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viernes, 26 de noviembre de 2010

Armas sónicas

  El sonido se ha empleado durante mucho tiempo en el campo de batalla y en la guerra psicológica. En las trincheras se han utilizado grandes altavoces para enviar mensajes desmoralizadores al bando contrario. Es célebre el “auxilio” que la música rock, a volumen brutal, ha prestado en salas de tortura o en campo abierto, como cuando los  agentes de la ATF bombardearon día y noche con música el rancho de los davidianos, donde se hallaba atrincherado Koresh, en Waco.
       Forzando un poco más la situación, el sonido podría emplearse como verdadera arma de guerra. El sueño de muchos militares ha sido, durante décadas, el poder utilizar un arma devastadora, barata, sin “contraindicaciones”, portable y hasta elegante. Aquí es donde entran en juego las armas sónicas que son, han sido y, al parecer… serán. Este tipo de armas utilizan el sonido de diferentes formas, muchas veces recurriendo, también, a los ultrasonidos, ondas acústicas con una frecuencia no audible por los humanos. Las armas que de estas ondas se sirven, han sido propuestas como sistema para incapacitar al enemigo e, incluso, matarlo. Hay todo un catálogo de armas sónicas, desde granadas a minas de sonido a cañones sónicos, formando muchas de ellas parte de eso que llama, en este mundo de lo politicamente correcto, como armas no letales.
Un nuevo arma, en este caso de control de masas, se suma al arsenal de las policías. Un ejemplo de ello es el que se muestra en el siguiente video.



La efectividad del sistema se basa en los efectos que produce. Dolor en la base occipital, opresión en el pecho, y una sensación tan intensa en el cerebro que “hace que sigas oyéndolo aunque pasen varias horas”. A máxima potencia, el rayo de sonido altera el líquido del oído interno de forma que el sujeto se marea y tiene que echarse al suelo porque el sonido hace que le vibren hasta los ojos.

Subido por Alberto de la Rúa.